Me quedé con las ganas de volar en La Parra este verano. Entonces no era cosa de dejar a la chica en la solanera del mediodía extremeño, así que perdí un vuelo y gané otra cosa. Hoy me he desquitado arrimándome a los senior de Triana que, siguiendo los augurios de Carlos, se organizan pa´tirar pa´Badajoz.
¡Bingo! Los 170 kilómetros (más los de vuelta) han merecido la pena sobradamente. El viento en su punto, la temperatura tolerable y la luz… indescriptible (que venga Vargas LLosa y lo haga). Y el ambiente acorde, los "locales" nos hacen sitio y entre todos no sumamos más de 15 o 20. Buena gente los primos pacenses.
En la sesión de mañana pruebo guantes (Punto azul de Decatlon) y peto de hípica. Salgo bien, cuando ya lo han hecho los demás, pero nada más despegar me siento el peto en la garganta aprentado de tal manera que me cuesta mirar hacia abajo. Aguanto un poco a ver si lo acomodo, mientras veo con envida cómo los demás caracolean por la parte más alta de la ladera. Aquello no mejora y enfilo el aterrizaje. Tomo en un cercado junto al campo oficial, donde los toros, pasada la novelería de los toreros de los vientos, ni se inmutan. Andando de regreso al aterrizaje pierdo la emisora y tardo más de dos horas en no hallarla. Menos mal que Gaspar la localiza a los cuatro pasos, si fuera zahorí, encontraría agua en el Sáhara en un año de sequía.
Subimos de nuevo -Rafa se encarga del transporte- y vuelvo a despegar bien. El vuelo, sin problemas, eliminado el peto. No es que la idea sea mala, es que hay que adaptarla al parapente haciendo más baja la zona del cuello. El domingo me pondré en la tarea. Decía que el viento se portó como si su nómina no tuviera recortes, ni un momento decayó su intensidad, lo que permitió volar siempre encima de la cresta. De haberme atrevido, hubiera saltado a la ladera de la izquierda, de 15 kilómetros de longitud, pero no hay que precipitarse. to´se andará. Un buen número de pilotos hicieron los catorce kilómetros de ladera, aunque alguno volvió en coche.
De regreso, el lucero del alba hace turno doble y nos escolta por la ventanilla de la derecha luciendo su luminosidad de gala, se ve que la visita de los de la capital lo ha impresionado. No hay camarera, ni guapa ni fea, en el bar, por lo que allí solo hemos disfrutado de la charla desenfadada -intercambiando estrategias para que las respectivas permitan volar también este domingo- de las tapas -croquetas de puchero, chorizo blanco, carne de venado y orejas en salsa- y de la cerveza. Fue entonces, o quizás más tarde, cuando un colega sacó a relucir que le habían deslumbrado unos ojos preciosos de muchacha, disimulados por una cara discreta. Y es que el susodicho, a la chita callando, no solo se harta de volar sino que además… se trae el premio en su retina.
Enseñanzas:
- Cualquier aditamento nuevo en el equipo -el peto por ejemplo- conviene ensayarlo primero colgando la silla, yo no tenía donde.
- O se controlan los objetos que llevamos o contaminamos el campo con cosas que nos cuestan caras reponer.
- Con los locales, suma cordialidad, ellos estaban allí primero.
- En los despegues el mejor sonido es el de la naturaleza. Algunos sevillanitos en Montellano nos hacen sentir vergüenza ajena, y eso que no son mala gente. Y la radio, solo para lo necesario, las ondas son un espacio común. La Parra es un ejemplo a imitar.