lunes, 28 de mayo de 2012

Dos vuelos

La semana parapentera comenzó el viernes de la anterior con la presentación en el congreso de Podología Deportiva del vídeo a cámara lenta del funcionamiento del pie en el  parapentista. Sin ser el mejor material posible, sí se aprecian elementos de interés, como la conveniencia de llevar botas específicas para este deporte y la necesidad del estiramiento previo de las musculatura, especialmente del triceps. También convendría desentumecerse un poco antes del aterrizaje aunque sea en la propia silla ¿dónde si no? sobre todo si el vuelo ha sido largo y relajado. La comunicación despertó un gran interés, especialmente cuando alguien se pegaba una  piña, aunque también causaban admiración los despegues con el valle al fondo. Cómo muchos de vosotros, pienso que el momento más intenso del parapente es ese en que los pies dejan de ser base para convertirse en péndulo.

El martes aproveché la coyuntura laboral en la enseñanza para darme un vuelo reivindicativo acompañado de Javi Buga. Estaba de Montellano, fuertecito, así que nos quedamos en el despegue de abajo, donde yo ni llegué a salir. Echamos de menos la avanzadilla de Andrés el Valiente, que siempre nos indica cuando y hacia donde. Subimos al de arriba y decidimos esperar. Cinco deltas aparcadas en formación daban imagen de portaaviones a la zona. El segundo francés que salió hizo un giro prematuro y una ráfaga le levantó aun más la semiala elevada por el alabeo, por lo que terminó entre matorrales treinta metros más allá, a pesar del rápido intento de corrección del piloto, con estruendo aparente de tubos y huesos rotos. Afortunadamente solo fue un buen susto con pocas consecuencias. Según Buga debió haber picado a la vez que corregía, pero yo creo que no le dio tiempo.
El área se fue llenado de alemanes que iniciaron los despegues, haciendo una demostración, algunos, de como las alas despegan solas a pesar de los errores de sus pilotos. Bea la instructora, admirada, daba fe. Me decidí cuando el viento había bajado demasiado e hice un primer intento torpe, con amago involuntario de girar en sentido contrario. El segundo fue perfecto pero la ladera no tiraba nada, a pesar de dirigirme a la izquierda, de donde se cruzaba un poco. A cada pasada veía el despegue más alto y hubo un momento en que estuve rascando las copas de los árboles. Lo intenté en la ladera de abajo, pero nada. Lo mejor fue aterrizar más o menos donde finalmente decidí. Recogí y subí hasta el despegue inferior, sabiendo que bajar sería más fácil y la recogida más rápida, cabezón que es uno. Paseo hasta la fuentecita, donde practiqué inglés con un nativo hasta que se cansó de malentenderme. Algunos, Javi incluido, le sacaron una buena media hora de vuelo a la tarde.

El finde tocaba playa en Sancti Petri  y cargué el equipo por si acaso. El viernes ya tarde me acerqué a Vejer, donde estaba perfecto. Abajo recogí al único que pinchó y subimos mientras me ponía al corriente de las características de vuelo. Arriba estaban cinco o seis, amabilísimos todos. El despegue es una zona muy reducida y plana, con gran escalón a la espalda, pero si se levanta bien se despega sin necesidad de correr, tampoco se puede. El vuelo es bonito, con el mar de fondo. Otro intento torpe, ayudado por un local, sin saber ninguno de los dos por qué se vino abajo la vela. El segundo fue mejor, aunque el colega me advirtió que subiera las manos. Con dos pasos adelante estás en el aire.


El viento estaba en su punto y nos mantuvimos en el borde de la planicie sin dificultad, sobrevolando los empinados trigales, alguno ya cosechado, y las dehesas de la ladera aprovechadas por las bacas. Una linea eléctrica limita el recorrido por la zona del pueblo y una fuga por el otro lado. Enmedio, casi un kilómetro de recorrido sobre un atardecer precioso, con las playas del Palmar al fondo, Conil a lo lejos y los montes llenos de molinos a la derecha, Un colega no paraba de aterrizar y salir desde el propio despegue. Yo lo ensayé varias veces en un sito aparentemente apropiado más allá pero le tengo mucho respeto a los rotores, así que, considerando la hora de cierre del restaurante del hotel, descendí hasta al trigal segado más próximo a la carretera. hice un aterrizaje de manual y conseguí estar de nuevo arriba enseguida para recuperar el coche, la primera vez que hago autostop cargado con el mochilón. Llegué a tiempo de la cena por poco. Podía haber volado otra vez ayer, pero al igual que el león que retozaba cerca de una cebra tras haberse comido una gacela, ya estaba satisfecho.
Hablé con Carlos, de cuya evolución clínica hemos estado al corriente sus colegas más cercanos, alegrándome de su lenta pero segura mejoría. Como en cualquier grupo, en este nadie es imprescindible y todos necesarios, aunque alguno más que otros. Y es que como dijo aquel, todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otros, dicho esto sin el sentido peyorativo que tiene la frasecita.

La vuelta a la urbe atravesando Cádiz casi entera, la confirmación de que, junto con Asturias, es la provincia más bonita de España, sea cual sea la hora en la que se contemple. También la que tiene más paro, pero la belleza no se la quita nadie.