martes, 5 de junio de 2012

Semana completita

El día de San Fernando, fiesta local en Sevilla, probamos suerte en un ventoso Cañete la Real con desigual fortuna. David Carrillo hizo un vuelo intenso y bien aprovechado -perdidas controladas incluidas- y yo reflexioné sobre la levedad del ser contemplando el cementerio desde la ladera, donde me quedé tras tres intentos. Uno cirros, parapentes de las almas en pena, no impedían las térmicas que elevaban a mi colega al cielo de los presentes. Lo intentamos luego en Algodonales, donde debería haber escasísimo viento, con igual resultado ya que en contra de la previsión, soplaba también fuerte. Los extranjeros renunciaron y de los nacionales solo David, alguno otro y  un par de biplaceros con los vuelos comprometidos salieron. Para que pudiera hacerlo el último, tres sujetamos la tela y dos controlaron a los que iban a volar, lo que no evitó el revolcón del piloto antes del despegue. David voló como jinete de rodeo, con un espectacular top landing que parecía que más que un parapente, tripulaba un propulsor con los que inauguraban as olimpiadas.

El viernes por la tarde, un ratito de campa en Matalascañas me vino bien para recuperar algo la técnica del despegue. No volé por que el viento estaba flojo y por que no iba a eso. Pablete y otros sí que rascaron las dunas.

Con hambre de vuelo y siguiendo las indicaciones de Carlos, el domingo nos decidimos sin titubeos por el Bosque. La patrulla estaba casi al completo -faltaba el metereólogo- incorporando a Pepe el bancario, nuevo en la plaza, Nicolas, que me cedió las fotos que publico, y Rafael de Canalsur, de buen ánimo para reemprender la actividad. Llegados al aparcamiento, los más atrevidos decidieron despegar desde donde las alas delta y los demás cogimos la veredita cuesta arriba. Subir cuesta más, pero se llega más alto. Leo, Gaspar, Paco Mesa, Pepe y yo nos encontramos un viento bueno pero desviado de la derecha que complicaba el despegue. Salí aprovechado una racha baja- para minimizar el efecto lateral- con una carrera corta y decidida.
    
Leo me había indicado que me situara sobre las piedras de la izquierda, donde el viento se enfrentaba mejor, y desde allí  intenté subir hasta la cresta de la derecha. En algún momento volé demasiado cerca de la montaña, no se que hubiera pasado con una racha imprevista, y en otro muy cerca de los árboles. No llegé a estar sobre la cresta más alta como quería. La gente tomaba altura cerca y fuera de la ladera, algunos en pleno valle e incluso sobre los pantanos. A mí se me daba bien sobre al última peña de la izquierda, ya casi en la fuga, donde llegué a estar casi a los 1400, buena cifra en mi caso. Había bastante meneo y el estabilo izquierdo plegaba a menudo, aunque tolero bien las columpiadas de las turbulencias. Intenté girar térmicas y en dos ocasiones lo conseguí en parte, pero aún no veo mentalmente su localización y las pierdo enseguida. Un par de veces salí al valle y probé las orejas de la nueva vela. Entran salen si problemas. También hice una barrena medianita, donde el horizonte giraba ante mi vista con bastante rapidez. El truco, aprendido en aviación, es mirar al horizonte, que no suba ni baje, lo que en el avión daba la clave para los giros "al plato", sin descensos ni ascensos extraños. Me sirvió para combatir el mareo y la desorientación. Los demás seguían mucho más altos, unas veces en bandada yotras cada uno por su cuenta. Me encontré con Gaspar cerca y cuando lo volví a mirar unl instante después estaba cien metros más arriba y sobre donde yo no me hubiera atrevido. Hice un aterrizaje de semiprecisión con una aproximación de ochos clásicos. Desde que enganché medio ala en un olivo, llego al aterrizaje con mucha altura. Una compañera habitual de vuelo nos alegró la jornada con la frescura de su atuendo, que este deporte está saturado de portañuelas y pechos planos, para desdicha de los heteros.

Tras una tertulia cargada de rabiosa actualidad política donde nadie convencía al contrario de nada, animé a Adrés y a Nicolás a subir otra vez, para aprovechar la restitución. Con la nueva subida del repechito pagué la penitencia de los dulces caseros del café. Saludé a Jota que estaba de curso, y acordamos buscar fecha para la clase particular de térmicas en biplaza que tenemos pendiente. El segundo vuelo fue bonito en lo paisajístico pero pobre en lo aeronáutico pues el suelo no me restituyó nada, aunque la ladera me mantuvo un ratito y el descenso fue suave. Estuvo bien el aterrizaje, un poco antes del punto previsto. Mereció la pena.

A la vuelta, una luna llena pletórica convertía la noche en penumbra plateada, como animándonos a seguir volando en su homenaje. Esta novia desairada está pidiendo a gritos que un selecto grupo de caballeros parapentistas la cortejen al son de la brisa y al ritmo de los vaivenes. A ver que hacemos en el próximo plenilunio , que el despecho de la luna puede traer funestas consecuencias.