domingo, 10 de junio de 2012

Amariconamiento

"Quería llamar la atención sobre el carácter amariconado que está tomando este grupo en las crónicas (...) Tradicionalmente (...) se contaba alguna anécdota graciosa o se hacía alguna referencia, siempre de una manera austera y viril (...) Pero veo que el exceso de adulaciones está llenado estas crónicas. (...). ¡Compañeros! cuidemos nuestras formas, que nuestro grupo, que anteriormente se le conocía con el marcial nombre de "los Miura", no tome una imagen ñoña  ahora que somos "los Niculoso"

Este providencial correo, enviado por un leal camarada, nos acaba de llegar advirtiéndonos del peligro de decadencia en que podría incurrir nuestro selecto grupo si no corregimos severamente la deriva sensiblera que nos aqueja. Imbuido de la más ferviente voluntad de sacrificio, pongo manos a la obra con tesón, con la firme promesa de no caer en los decadentes usos literarios que han minado el espíritu de Occidente.

El pasado Jueves de Corpus Christie, tras cumplir con las sagradas obligaciones religiosas que manda la Auténtica Fé, salimos para la montañas (no nevadas en esta época) al amanecer, iluminados por un sol imperial cuyos rayos recordaban la glorias de nuestros antepasados, en cuyos dominios no se ponía el astro rey. Formábamos la patrulla el camarada Nicolas, un servidor, el amigo Antonio, vieja gloria de la aeronáutica, todos bajo la firme y sabia dirección del comandante Gaspar, que ante la baja provisional en combate de otros mandos, toma, impasible el ademán, la tutela de las operaciones. A última hora, nueva sangre voluntariosa se incorpora a la misión en la persona de Pepe Retra, cuyos diez minutos de demora se justifican por el cumplimiento de las obligaciones domésticas propias de su sexo y condición (sacar a pasear a los perros). Siguiendo las indicaciones de nuestro venerado Carlos, centramos la acción en la noble villa de El Bosque.

Diseñada la estrategia con profesionalidad y celo, manda el comandante que un vehículo automovil sea colocado en el aterrizaje y que otros dos suban al despegue, sabia decisión que es ejecutada por la tropa con prontitud y orden. Una vez en el camino del objetivo, el proceloso enemigo bloquea el acceso so pretexto de unas obras imprevistas. Nada de esto amilana a nuestro comandante que ordena, raudo, que abandonemos el transporte automotor y prosigamos el avance campo a través, con la impedimenta a la espalda, orden que cumplimos animosos. Alcanzado el primer objetivo, la cota donde se haya el despegue, indica el comandante que sean desplegados los equipos sobre el terreno para comenzar la segunda fase del plan: el  vuelo del personal. A pesar de un viento desfavorable escorado de la derecha, las maniobras transcurren sin otros contratiempos que el ensayo repetido y variado de un camarada, finalmente exitoso y de cuya análisis se sacan sabias conclusiones. Una gentil dama, adornada de las gracias y virtudes de la mujer ibérica, no duda en servir de reportera ocasional, inmortalizando la gesta con su registro gráfico. Otra noble fémina se ve obligada por las circunstancias a ejecutar cometidos instruccionales, actividad que sin duda alterna con sus obligaciones hogareñas. Una vez todos los efectivos en el aire,  cúmpleme acometer la parte de mi misión  que no es otra que adquirir el mayor dominio posible de esta ciencia vuelística para un mejor servicio a la nación. 

Tras un despegue algo peculiar, donde una súbita racha me obligó a improvisar una corrección, exitosa gracias al duro entrenamiento, subo rápido impulsado por la misma. Decido no girar la térmica hasta haberme alejado de la montaña para evitar la consiguiente colisión con su superficie rocosa, no por apego a mi vida que la daría mil veces por la causa sino por no mermar al equipo de un efectivo. En cumplimiento de mi cometido de aprendizaje, ejecuté varios intentos de centrado de térmicas, con más empeño que resultados pero con absoluta fe en el éxito.

La segunda etapa programada era ascender sobre las crestas de la siniestra, sacando el máximo rendimiento al convulso viento reinante. He de confesar que luché con denuedo contra los elementos, a los que finalmente pude domeñar, inspirado en el fervor místico que me inspira la causa. Rematé la faena con un aterrizaje hecho con la innoble parte en que la espalda pierde su nombre, alternativa que juzgué preferible a besar abruptamente el suelo patrio con el morro, cuyo resultado probable hubiera sido la perdida de mi condición de apto para el servicio. Llegados a tierra todos los efectivos sin novedad gracias a la férrea disciplina castrense de la que hacen gala, mandó el comandante rompan filas y la patrulla se disgregó cada uno camino de su casa y el Altísimo en la de todos.

El domingo fuimos llamados nuevamente a filas, acudiendo sin dudar el camarada Pepe Retra, un servidor y el camarada comandante Rafael Canal Sur, nombrado por su valor, veteranía y méritos. Bajo su sabio mando, de nuevo la patrulla cumplió con los objetivos marcados por la superioridad en términos parecidos a la gloriosa jornada anterior. Cabe resaltar la estimable habilidad del cadete Pepe Retra, que, con gracejo y donosura, alcanzó las más altas cotas vuelísticas para admiración y reconomiento de los demás, sirva de ejemplo a imitar. Un cierto momento de peligro pasó un servidor cuando, inadvertidamente, se dejó atrapar por una fuga que parecía ocluírle la salida, sin duda ardil del Maligno. Ecomendándome a la Divina Providencia, me vino la inspiración de pulsar con decisión el acelerador y el viento abrió sus fauces permitiéndome salir. Tras ejecutar un wingover en señal de agradecimiento, me dirigí hacia mi objetivo cuando vi hacerlo a mi guía el comandante Rafael, tomando tierra con la misma técnica que la jornada anterior.

A la vuelta, la fraternal plática entre camaradas de fatigas no impidió algunos momentos de serena reflexión, donde llegamos a la conclusión de cómo la Voluntad Divina a través de sencillo correo manda señales inequívocas de que es cometido ineludible de todo hombre de ley luchar contra la perdida de la nobleza baturra, contra el declive de la pureza de la raza, en definitiva, contra el amariconamiento. Pongámonos a ello sin  cejar en el empeño.

Junio de 2012, Año Triunfal.

El ondear de banderas me ha obnubilado y he dejado de mencionar al camarada Javi Bugarola, de los Bugarola de toda la vida, que fue quien el jueves, al frente de la columna, con la mirada al frente y a pecho descubierto, marchó en avanzadilla camino del objetivo. Vaya mi reconocimiento y mi petición de disculpas. Me he equivocado. No volverá a ocurrir. Palabra de honor.