Roco en su último día. Era cascarrabias, sí, pero se hacía querer.
Ni es un manual, ni es perfecto ni el que lo escribe es un parapentista consumado pero se pretende que, a fuerza de reconocer errores y corregir desaciertos por los que más saben, se aprenda esta técnica de vuelo y, sobre todo, se conozca el buen ambiente que lo rodea. Y donde últimamente caben pequeñas historias verídicas aunque increíbles.
lunes, 2 de abril de 2012
domingo, 1 de abril de 2012
Tarde en Matalascañas
Con el equipo en el maletero por su acaso, bajo una lluvia desganada, conduzco el nuevo Duster hacia Matalascañas, felizmente acompañado. Llegamos a la plataforma del Bananas cuando la peña empezaba a volar, con la grata sorpresa de encontrar a Ana Derqui que, tras cinco meses en tierra, reiniciaba la actividad dándose un biplaza para ir retomándo el pulso al aire. Jota, de Zero, prepara otro biplaza e instruye a un alumno. Se van a la laderita junto a la duna grande, con muy buen criterio, es un lugar seguro. El viejo Rouco, que guarda las distancias con Picola, la perrita de la familia, se queda a nuestro cargo aunque en su senectud acepta mal el tutelaje.
El sitio tiene el ambiente de Sevilla en Semana Santa, todo es una procesión de velas entrando y saliendo del despegue, como si fuera la Catedral en Jueves de Pasión, incluyendo un número respetable de acompañantes, con sillas y todo, a modo de público creyente. Me he comprometido a presentar en el próximo congreso de Biomecánica una ponencia sobre el pie en el parapentista, por lo que me llevo una cámara especial que graba a 300 fotogramas por segundo, alternando la toma de fotos ordinarias con las grabaciones a cámara lenta. Entusiasmado con las capturas y no queriendo desatender a la compañía -no me la vaya a levantar cualquier hiena de las que pululan por doquier, incluido nuestro medio- desisto hoy de volar. De haberlo hecho me había ido al despegue de la duna, no me importa lo lejos que esté.
La desolada terraza del Bananas nos ofrece una buena perspectiva para ver el trajín, y mi ojo y mi objetivo terminan sin saber cual es la mejor escena a encuadrar. Veo un niño jugando a parapentear con una cometa, a un padre que da un vuelo biplaza a su bebé en una silla reforzada -probablemente no sabe que si se enteran los de los Servicios Sociales le quitan a él y a la madre la custodia del niño/a, no es coña, si no es que terminan ante el juez- y a un montón de pilotos con el cuero cabelludo por casco ¡Dios, que exceso de confianza! Y una continua exhibición de virtuosismo en los despegues y aterrizajes con algún revolcón fruto del relajo, en una plataforma tan concurrida que recuerda otra vez las bullas cofrades en la plaza de la Campana de Sevilla. Un sol en disputa con las nubes, que terminan perdiendo la batalla, da un tono cada vez más luminoso a la escena, como si el atardecer se hubiera invertido, de menos a más luz, en un despiste tonto del Creador.
Después de un rato de capturar todo lo que se me pone a tiro, sobre todo aterrizajes, para mi investigación, encuadro casualmente un intento de despegue peculiar, donde él tira y empuja a ella (el género lo supe después) que por momentos se elevaba y al instante volvía a descender. Cuando parece que despegaba definitivamente, impacta contra el borde del acantilado en uno de los descensos y, desequilibrada y medio entuistada, no logra evitar la deriva de la vela a su izquierda que la proyecta contra el costado de la cuesta de acceso a la playa, donde se golpea dos veces antes de caer. Tras el susto inicial, parece que todo queda en un chichón en la frente. Cuando reviso las imágenes a cámara lenta siento un escalofrío que me hace revivir el medio segundo en que me vi, no lejos de allí, comiéndome el paredón que me rompió las tres costillas. No me canso de repetirlo: ese sitio es muy cómodo para aparcar y muy apropiado para presumir, pero es arriesgado para los novatos.
En casa me recreo en las fotos y el material grabado a cámara lenta y me pregunto cual sería la fórmula para aprehender el tiempo y vivir cada milisegundo con la misma plenitud que nos muestra el suave deslizar de los fotogramas en la pantalla.
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