El jueves pasado tras la siesta me acerqué por Algodonales, donde ya estaban Rafael "Canalsur" y David "Sanlucar" entre otros. Subí con ellos a un Poniente de viento más que alegre y con arranques racheados que invitaban a la prudencia. He comprobado que el rito de la preparación, con el mismo ceremonial con que el cura se viste para la misa del Corpus, atempera la ventolera: primero las botas -solo las uso para el momento del vuelo- luego los protectores de rodillas y piernas, coderas, mono o ropa de abrigo, radio en el lateral, etc... todo un procedimiento que, seguido paso se convierte en una rutina cómoda. Para cuando he terminado, las ventanas de desegue ya se han definido. Fue un vuelo interesante, no muy alto, siempre cerca del palomar, lo no proorciona la tranquilidad para disfrutar del paisaje o tomar fotos. He de reconocer que, como todos los españoles, tengo el estómago revuelto por la indigestión de "la prima" , que esta vez no me ha curado ni la sesión de vuelo.
Cómo llegué tarde, bajé pronto. Rafael me había dicho que se podía subir andando desde las ruinas hasta Poniente, una hora de camino. Aterricé sobre un campo de cardos resecos -u otras plantas igual de pinchudas- que prolongaron la plegada. Cuando emprendí la marcha campo a través, mochilón a la espalda, un sol ya dorado por su caida empezaba a lamer el horizonte. En el kilómetro 3.5 escondí la mochila y empecé a subir ayudado por los bastones -buena idea de Carlos López- con la energía de quien le van a borrar el camino en cuanto se vaya la luz. Detrás de cada última curva, una cuesta y después, otra curva más, y después otra cuesta, en un paraje que se ensombrecía por momentos. Llegué al despegue con noche casi cerrada y la línea entre cielo y tierra apenas silueteada por los estertores del atardecer.
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El domingo repetí el programa, ir solamente por la tarde dejando la mañana para la parentela. El primer alegrón fue ver a Carlos en la montaña, aun no en vuelo pero de buen ánimo. Pronto nos estará marcando la senda de nuevo. Posteriormente nos regaló una serie de sus maravillosos fotomontajes parapentísticos cuyo enlace me permito copiar: https://picasaweb.google.com/
VuelosDeVerano2012
El resto de la cuadrilla, Andrés, Pacomesa, Pepe, Gaspar... ya habían tenido su experiencia tridimensional mañanera con desigual fortuna, la mayoría buena. Las madres, como los curas y la Guardia Civil, siempre están de servicio y la allí presente me regañó con cariño por dejar mi vela al sol. Tenía razón, y la tapé con la silla hasta que el viento, malcriado como hijo único de padres viejos, nos fue permitiendo despegar. Llegué a estar a 200 metros por encima, bueno para lo que acostumbro, y disfruté esta vez del vuelo, haciendo alguna incursión al valle para intentar cazar y centrar térmicas.
Seguí a los pajarracos, más numerosos que otras veces, y me aproximé al despegue ensayando el toplanding. Esta vez conseguí dejar a la prima de riesgo en casa. Descarté las ruinas y me dirigí al campo tras el despegue oficial con tanta desconsideración al fuerte viento reinante que cuando giré para aterrizar me quedé clavado, algo lejos del punto previsto. Iba directo hacia un zarzal pero el gradiente me permitió avanzar un poco, sin llegar a la barranquilla de delante. Esta vez la excursión fue por la dehesa, loma y vaguada incluidas.
En el campo de aterrizaje aprendí del "holandrés" que si tiramos de las telas unidas por una costura y el hilo de esta no vuelve a desaparecer tras la tracción, el material ha perdido sus propiedades elásticas. La cena, sustanciosa para el que quiso, fue un buen encuentro, ensombrecido por una expresión que cada vez suena más: "habría que fusilar a unos cuantos". Lo que se dice medio en broma puede llegar a suceder y, muy posiblemente, termine siendo "ajusticiado" alguien cercano al que lo ha dicho, si no él mismo. Igual sirve para la guillotina, que la guerra civil y la revolución francesa ya son historia. ¡Qué enseñarán en las escuelas! Con estas cosas no se bormea.
En la sobremesa, mientras los demás explicaban la crisis, una reputada campeona me confesó su secreto: había domesticado a un águila para que le localizara las témicas.
"-¡Venga ya, no te quedes conmigo! - Que sí, pero no se lo cuentes a nadie que me podrían descalificar, aunque el reglamento no lo prohibe expresamente. - Prometido, pero, a ver ¿De que va esto?
Es una larga historia. Yo nací en una aldea perdida en la serranía, donde mi padre era pastor de día y furtivo de noche. Mi madre había fallecido al poco de parirme y me crió Silveria, una vecina con fama de bruja que lo mismo hacía de partera que libraba del mal de ojo. Con luna llena, desaparecía dos o tres días y a su vuelta se mostraba trastornada y ausente durante un tiempo. Mis primeras sangres, con doce años, coincidieron con el plenilunio. Ese día, mi nodriza me llamó con misterio y me dijo que ya estaba preparada para conocer su secreto. Aprovechando que padre se iba por unos días a la feria de ganado, Silveria preparó un atillo y salimos al oscurecer monte arriba. Subimos por senderos y trochas sin descanso durante mucho tiempo y cuando ya no podía más, llegamos a una cueva a la que accedimos por una gatera disimulada tras un lentisco.
Dentro el espacio se abría y la luna inundaba la estancia a través de una apertura en la parte superior, a modo de tragaluz. Sin preámbulos, Silveria me dijo que íbamos a iniciar un rito de invocación a las fuerzas de la naturaleza que me daría un poder sobre ella, y que este sería según mi deseo. Sin saber que pedir, me dejé guiar por la hechicera que me desnudó, hizo tenderme sobre el suelo de roca y me cubrió el cuerpo con un paño rojo. Luego me rodeó con siete velas negras, cuyo penetrante humo causaba una sensación placentera. Se situó detrás de mí y empezó a salmodiar una letanía en un lenguaje extraño que mezclaba palabras desconocidas, latinajos y graznidos de alimañas. Cuando la luna se situó justo en medio de la claraboya, su luz recortó el perfil de un ave inmensa que descendió aleteando suavemente, hasta posarse en lo alto de mí, apoyando cada una de sus patas engarradas justo donde más temía, para mi espanto. A pesar de las afiladas garras, parecía procurar no hacerme daño, por lo que su peso era soportable. Mientras, Silveria, en estado de trance por el humo de la velas y otros cigarros que fumaba, danzaba a mi alrededor y untaba mis brazos y las alas del pájaro con una pócima que había preparado, que además de lo típico -sebo de vela negra, unto de gato del mismo color, salivajo de sapo, semen de ahorcado, etc- debía contener algo de mi propio flujo menstrual, ya que me había pedido un paño intimo usado. En el climax de la ceremonia, el pájaro extendió sus alas en paralelo a mis brazos en cruz . Fue bajandolas hasta que brazos y alas fueon una misma cosa. Luego, el animal me dió un picotacito en mi frente y sorbió un poco de la sangre del rasguño. Finalmente, a una orden de la sacerdotisa, plegó sus alas, descendió y se acurrucó sumiso a mi lado, invitándome con la mirada a que lo acariciara. Mi deseo era que aquel ave que surcaba el cielo tan majestuosamente, me ayudara a mí a hacerlo, pues volar como las águilas y los ángeles era mi mayor anhelo.
Dentro el espacio se abría y la luna inundaba la estancia a través de una apertura en la parte superior, a modo de tragaluz. Sin preámbulos, Silveria me dijo que íbamos a iniciar un rito de invocación a las fuerzas de la naturaleza que me daría un poder sobre ella, y que este sería según mi deseo. Sin saber que pedir, me dejé guiar por la hechicera que me desnudó, hizo tenderme sobre el suelo de roca y me cubrió el cuerpo con un paño rojo. Luego me rodeó con siete velas negras, cuyo penetrante humo causaba una sensación placentera. Se situó detrás de mí y empezó a salmodiar una letanía en un lenguaje extraño que mezclaba palabras desconocidas, latinajos y graznidos de alimañas. Cuando la luna se situó justo en medio de la claraboya, su luz recortó el perfil de un ave inmensa que descendió aleteando suavemente, hasta posarse en lo alto de mí, apoyando cada una de sus patas engarradas justo donde más temía, para mi espanto. A pesar de las afiladas garras, parecía procurar no hacerme daño, por lo que su peso era soportable. Mientras, Silveria, en estado de trance por el humo de la velas y otros cigarros que fumaba, danzaba a mi alrededor y untaba mis brazos y las alas del pájaro con una pócima que había preparado, que además de lo típico -sebo de vela negra, unto de gato del mismo color, salivajo de sapo, semen de ahorcado, etc- debía contener algo de mi propio flujo menstrual, ya que me había pedido un paño intimo usado. En el climax de la ceremonia, el pájaro extendió sus alas en paralelo a mis brazos en cruz . Fue bajandolas hasta que brazos y alas fueon una misma cosa. Luego, el animal me dió un picotacito en mi frente y sorbió un poco de la sangre del rasguño. Finalmente, a una orden de la sacerdotisa, plegó sus alas, descendió y se acurrucó sumiso a mi lado, invitándome con la mirada a que lo acariciara. Mi deseo era que aquel ave que surcaba el cielo tan majestuosamente, me ayudara a mí a hacerlo, pues volar como las águilas y los ángeles era mi mayor anhelo.
Desde entonces mantenemos una complicidad telepática. Cuando despego, sin que tenga que decir nada, aparece y me localiza las mejores térmicas, volando en círculo sobre ellas, según la ruta que me convenga. No necesito ni vario ni instrumentos. Solo una vez revoloteó en un sitio sin térmica y fue para marcar el punto donde un colega, apenas visible desde el aire, yacía mal herido tras un mal aterrizaje de emergencia.
- ¡Increible! ¿Y te ayuda en algo más? -Bueno, cuando estoy muy desesperada por no encontrar nada para ascender, apoya su cabeza tras mí silla y me empuja batiendo sus enormes alas con fuerza, para no pinchar antes de tiempo. No consige hacerme subir pero si mantener la altura, hasta que intuye una térmica y va a buscarla. - Y, por ejemplo, ¿Es capaz de sobrevolar a un tipo guapo, cariñoso, rico y sin compromiso, que pudiera ser un buen partido para ti? - Más quisiera yo, pero eso no lo sabe hacer, ¡como en su momento no expresé ese deseo! Si aún viviera la Silveria, le pediría que volviéramos a la montaña para repetir la ceremonia cambiando las condiciones.
He oido historias asombross de las que no he tenido por que dudar, pero este caso me parece que es solo afan de protagonismo de la señora. Tengo la impresión de que gana campeonatos por que es buena ¡ni águila ni nada! Quizás un buen psicoanalista pudiera entender lo que hay detrás de estas fantasías.
He oido historias asombross de las que no he tenido por que dudar, pero este caso me parece que es solo afan de protagonismo de la señora. Tengo la impresión de que gana campeonatos por que es buena ¡ni águila ni nada! Quizás un buen psicoanalista pudiera entender lo que hay detrás de estas fantasías.