El buu buu de la labadora como música de fondo me acompaña en este momento de relax después de la trabajera sin remunerar del Yelmo. Ochocientos kilómetros, más la tensión de tratar de despegar a casi mil metros del aterrizaje, con un viento con contrato temporal, más un pateo campo a través entre otros muchos esfuerzos psicomotrices cansan en mis estrenados cincuenta y cuatro julios, lo de "abriles" ya no pega. Y luego propone alguno que nos vayamos de canchondeo a la discoteca ¡más horas extra, te quieé i'yaaah!!!
Mis tres vuelos han ido de más a menos y ha habido de todo. El primero, el mejor, de apenas cien metros sobre el despegue, con el vicio de contemplar el intradós de las demás velas como si fueran piernas bajo faldas. Buen despegue, pero aterrizaje en la pista de los torpes con aviso de la columna de que o la dejo tranquila con los culazos o me voy a enterar. La altura, aunque poca, me permite disfrutar y hacer fotos.
El sábado de mañana, ventoso y, para mí, de poco tiro. Estuve luchando contra las descendencias apoyándome en la cuchara que forma el farallón de la izquierda con la cresta.
Una ascensión ocasional que daba complejo de nata montada al que se metía allí: se subía a base de "efecto batidora". Cuando no funcionó tuve que buscar pista con viento de costado y rotorizado por los árboles, dando un costalazo en el único hueco sin pedruscos del suelo. Para ejercitarme, a las dos de la solanera abrí nueva ruta entre el campo de los torpes y la concentración, atravesando olivares, rastrojos, zanjas, bosque y arroyuelos, que nadie, ni antes ni después, ha vuelto a transitar. El destino, el santuario de San Gambrinus de la Cruzcampo y su fuente milagrosa, a uno con cincuenta euros la cañita. Esta peregrinación hecha con fervor equivale a cinco caminos de Santiago.

El sábado por la tarde lo intenté de nuevo con un viento embravecido, casi de sur. Los de acro hicieron maravillas con esas velas de talla infantil pero yo tuve bajé por la ruta terrestre, que acongoja más que la volable. Los Andrés y Pepe Valiente, Pacomesa, Rafel Canalsur, Leo y demás, salen sin problemas e incluso les cuesta bajar. El domingo pruebo una vela de último diseño, la Zenit que tiene en venta David Carrillo. Despegué sin viento al segundo intento y planeé hasta mi pista. Va como un torpedo y se maneja muy bien pero es mucha velocidad para mí, todavía me falta para pasar de categoría, el aterrizaje, pufff.

El ambiente ha estado bien, a pesar de "la cosa". La feria, animada aunque con menos asistencia. Buenas exhibiciones oficiales: acro desde un castillo cercano, también sobre la concentración, saltos base, paramotores, etc. No faltaron los popes del deporte -Raul Rodríquez, Llorens, Pitoco- tanto en paramotor como en libre, ni las casas comerciales, aunque menos que el año pasado.
El problema es que no se podía estar en todos los sitios a la vez y si te ibas a volar te quedabas sin espectáculo. David Carrillo y Jota se permitieron ver el acro desde arriba, volando, a costa de aterrizar en su momento cerca del castillo.
También hubo exhibiciones oficiosas, con algún colega enroscándose en la altura con esas barrenas desesperadas que llaman SAT, otros despegando y haciendo top landing, ofendiendo a la ventolera, y los demás cogiendo térmicas VIP (Very important Paraglider) a las que yo, lógicamente, tenía vedado el acceso. El bar, pelín caro, los bocatas grandes y el arroz bueno. Los de la peña de Niculoso (entiendase del Club Parapente Sevilla) disfrutamos de todo sin meternos con nadie, especialmente de la contemplación -con mirada de alerta radárica- de las poco numerosas féminas que por allí habían, se nota que la sangre a esta edad también está a punto. No faltó animación, oficial u oficiosa. Por la noche, liturgia aeronáutica con buenos documentales de aeroficción -imposibles- y ofrendas al santo del lugar bebiendo su agüita amarilla. Fue en uno de esos momentos de camaradería cuando Pedrete Miralles me contó, a medio voz, su sorprendente odisea:

"Quise exprimir la tarde al máximo y cuando ya todos, casi de noche, planeaban camino del aterrizaje conseguí elevarme un poco e inicié el último SAT de la jornada. Sin darme cuenta, me desplacé sobre la vertical de sotavento y al salir de la maniobra me atraparon los rotores. Descendí rezando y dando tumbos y cuando toqué tierra noté que seguía deslizándome hacia abajo, magullándome piernas, brazos y cara. Había caído en una especie de chimenea vertical que me tragaba. Un golpe en el mentón debió dejarme inconsciente.
Recuperé el sentido y me pareció estar en el paraíso de los musulmanes. Cinco chicas vestidas como Afrodita me limpiaban los arañazos y una mujer más madura, guapísima también, dirigía y observaba. Les pregunté que en que hospital estaba y la señora me dijo que había entrado sin ser invitado en la Gran Gruta ¡Era asombroso! Todo el Yelmo está hueco de manera natural, creando un espacio interior de límites fantásticos, cada uno de una forma y color diferente, y una temperatura agradabilísima. Una comunidad compuesta solo de mujeres vivía aislada en su interior. Recuperado, la dama encargó a dos de las chicas que me enseñaran el lugar. Subiendo por senderos y pasarelas, alcanzamos la parte inferior de la cumbre donde, fascinado, contemplé una pista de despegue sobre la que varias chicas estaban saliendo. Los parapentes eran finísimos, de un blanco brillante, igual que su escuetas túnicas. - El tejido es de tela de araña, fino, suave y resistente, igual que nuestras túnicas, me dijeron. Me colocaron uno y saltamos los tres, ejecutando una barrena en triple espejo en la que ellas se acompasaban a mis evoluciones.

Una suave luz que penetraba por tragaluces a modo de troneras iluminaba el amplio espacio por el que volamos durante diez minutos. Cuando tomamos tierra, mis compañeras de vuelo me llevaron de la mano ante la señora que, sonriendo, me habló:
- Has invadido nuestro mundo secreto, aunque no por tu voluntad, por lo que te dejaremos vivir. Pero tiene un precio. Eres un buen mozo y necesitamos varones reproductores. Lleváoslo y asegurad el resultado. Ponte este amuleto al cuello para que no falles. Tres veces con cada una ¡Ni te cuento, tú!
Cuando terminamos, agotados, las chicas me vendaron los ojos y me condujeron por complejos vericuetos hasta que en cierto momento sentí aire fresco. Me ataron las manos delante, me colocaron mi parapente y sin quitarme la venda me hicieron correr hasta que me vi en el aire.
- No te desates ni te quites la venda hasta que pasen cinco minutos, volarás recto hasta entonces, me gritaron a modo de despedida.
Y aquí estoy, asustado pero con unas ganas irresistibles de volver a encontrar el agujero por donde entré, aquello es una maravilla..
- Pedrete, tu has fumado algo o te está viendo el psiquiatra, mira que lo que dices es muy grave: ¡Que el Yelmo está hueco y habitado por una comunidad de mujeres, que dentro vuelan en parapente de telaraña, eso es una locura! - Tu sabes de sobra que nunca he desvariado, y ¿cómo te crees que me he hecho estos arañazos? Mira la prueba, aquí está el amuleto que me regaló la gran dama.
Y me mostró una figurilla símbolo de la fecundidad con una funda y una cuerda a modo de collar que desde luego no se compra en ninguna tienda de hippie. Parecía auténtico."