Otra vez toco el parapente de manera tangencial este fin de semana. Las previsiones nos hicieron anular el viaje a la costa de Portugal, donde nos teníamos prometidos lindos vuelos, y solo de regreso de Benalmádena huelo algo la ladera.
Creo que alguien había ido a Matalascañas días atrás y hoy los de Zero probaban suerte en el nuevo despegue de Prado del Rey. Carlos López me comenta que están intentándo salir desde la ladera pequeña de Montellano y, como hay una casa de comidas aceptable en la ruta, nos acercamos la compaña y yo a ver el ambiente. La vela ni la saqué del coche pues no llevaba ni altímetro ni radio. Mi objetivo, saludar al personal y tomar algunas imágenes de aterrizajes -con el equipo que graba a velocidad lenta- para la ponencia del funcionamiento del pie en el parapentista. La verdad es que solo capturé la carrera en los despegues -no coincidía ningún top landing- y vistas las imágenes después, es sorprendente la danza que ejecutan nuestros apéndices inferiores antes de despegar, sobre todo cuando se mantiene el ala equilibrada en tierra. Es llamativa también la evidente levedad del apoyo en ese último paso antes de empezar a volar, que parece dado más por oficio o por inercia que por necesidad de sustento. Coincido con los que dicen que el momento más mágico del vuelo es el instante en que se despega del suelo, donde cambiamos la carga en las piernas por el apoyo en el trasero y el contacto con la madre tierra por el deslizamiento sobre la nada.
Varios consiguen remontar, otros no y alguno se lo piensa, con venir al campo y estar con la peña, por hoy le basta. Mientras evoluciona cerca del suelo, un experto colega sufre un plegadón frontal que le hace perder diez metros en un santiamén. Le salvan tres o cuatro metros del impacto. Luego nos explica que tiró demasiado de los frenos y cuando los soltó para evitar la pérdida, el ala abatió y se produjo la plegada. Impresiona ver lo rápido que bajaba cuando los arbustos de la ladera sirven de referencia al espectador para calcular la altura.
Comentan que acaban de tener dos encontronazos con los labriegos a cuenta del aterrizaje en los trigales. En uno de ellos con amenaza directa a la integridad física. La cosa está calentita y los campesinos tienen razón sin tenerla: no está justificada la violencia pero con alguien tienen que pagar las pésima cosecha debido a la sequía, sabiendo que las suelas de las botas de vuelo no ayudan a mejorarla. En un mes y pico estarán segados los trigos y puede que se calmen los ánimos. Si pudiéramos esperar... Finalmente empezaron a salir del despegue alto de Montellano, confío que con buen resultado. Un moscardeo estridente rompe la quietud del mediodía. En lo alto, un ala delta dotada de un minúsculo y ruidoso motorcito sobrevuela el valle. No me explico qué puñetas tendrá que hacer aquí alguien que puede despegar desde la mitad de la campiña.
La ensalada mixta sigue siendo un buen primer plato, antes de un revuelto de ajetes y gambas y un bacalao frito a la vasca, que es como a la andaluza pero con pimentito verde frito de guarnición. Para el no entendido, el Rioja de cosecha puede saber tan bien como el de reserva. Ya en casa, localizo la página de una escuela argentina con unos buenos artículos sobre vuelo en térmicas. Cómo no puede asistir al cursillo completo... El enlace es el siguiente, entrando en "Artículos":
Los argentinos son dados a traducir artículos americanos, y lo hacen con su particular uso del castellano, ¡ché!
También parecen buenos estos, y algunos otros.
En algún lugar de esa página leo que el que pretenda ser buen piloto, la semana que no pueda volar realmente debe recrear el vuelo en su imaginación, después de haber entendido las enseñanzas teóricas. Habrá que ponerse a ello.