Tras un cambio de escenario el sábado -aprendiendo a rapelar en un curso de iniciación al barranquismo, muy divertido- reinicio los vuelos este domingo siete de septiembre. Han sido varias semanas de inactividad, por culpa de los vientos indecisos y otras ocupaciones. En compañía de Rafael Canalsur y Carlopez -que ya mismo estará en el aire otra vez- me acerqué por Algodonales, donde, con la misma tónica de viento inconstante, hago dos vuelos cortos, como para hacer boca. Dos despegues de los que atraen miradas, por lo "peculiares" y dos aterrizajes clandestinos en mi predio particular, el segundo de pie, que es como mean y aterrizan los hombres.
Aterrizaje de las ruinas, con la cara norte del Mogote al fondo. |
En medio, una burla de las térmicas, que optaron por gente más avezada y que apenas me subieron cincuenta metros sobre el despegue de poniente. Como mérito, fui el primero en despegar -y en aterrizar, claro- desde ese punto en la jornada. Me falta campa, y viento para hacerla.
Con una tapa de carrillada por delante, contemplo un hecho inusual: al colega de enfrente le estalla el vaso de "zarzaparrilla americana" en sus manos, y pega un rebrinco maldiciendo las jodidas vibraciones. Es necesario el dulce encanto de la guapa compañera de al lado para que se calme y se vuelva a sentar. Un rato después, me cuenta lo que le pasa.
El parapentista que hacía estallar los vasos
Resulta que la NASA había contratado los servicios de 0NewtonParaglider -todos los nombres aquí son ficticios, ya que se trata de información clasificada por el Pentágono- para testar un nuevo tipo de aleación con increíbles capacidades de resistencia y elasticidad. Al parecer, es una mezcla de acero ultraresistente y aramida que supera al resto en diversas aplicaciones, incluido su uso parapentil. Los cordinos fabricados con él pueden ser tan finos que en lugar de oponer resistencia al aire, este los subciona, incrementando la velocidad de la aeronave. Su extrema delgadez obliga a manipularlos con cuidado, pues cortan como cuchillos jamoneros, siendo necesario empelar guantes de kevlar, que ha de pagar el propio operario ya que la NASA también anda de recortes y no da un duro para la colaboración científica.
Dotado un parapente biplaza con los nuevos cordinos, se encarga el experto piloto Xavi Dinamitero de la prueba, porque al hombre G. -manager de 0NewtonParaglider- le da risa ser el primero. Como pasajera e ingeniera de vuelo viaja la chinoamericana Chang Shu Yho -que trabaja oficialmente para la NASA y oficiosamente para el gobierno chino-.
Despegan secretamente desde norte del Mogote -Algodonales- aprovechando que no había nadie en los alrededores ya que el viento venía de levante, cosa que al nuevo parapente no le afecta dadas las prestaciones del cordaje. Nuestro héroe percibe enseguida el incremento de velocidad del aparato, que penetra el aire con los bríos de un toro andaluz. Comienzan las maniobras del programa de ensayos y, circunstancialmente, Dinamitero descubre otras propiedades del material no previstas. Si pulsaba en vuelo los nuevos cordinos, emitían unas notas musicales perfectamente audibles, que eran amplificadas por el ala hueca a modo de caja de resonancia. En concreto, hizo vibrar las de los externos de la banda A y sonó un grave Dooooooo, que resonaba en el cerebro, emulando las enigmáticas salmodias tibetanas. Chang, gratamente sorprendida, juntó sus dedos pulgares con los corazones y acompañó al sonido con el mantra om. Ommmm, Ommmmm, recitaba la chinita a la par del Doooo.
A continuación, Xavi tocó los cordinos siguientes y se escuchó un perfecto Reeeeee, percibido por la pasajera como armonizador del corazón, logrando que sus latidos se acompasaran el ritmo de la naturaleza. Ehhhh, Ehhhhh, decía notando el benefactor efecto sobre ese órgano.
Animado con el experimento y sus acciones, que eran compartidas por ambos tripulantes, rasgó el cordino aledaño, emitiendo un claro Miiiiii que parecía ir directamente a los riñones, pues sintieron ganas de orinar. Ahiiiií, ahiiiií, decía la oriental señalando la parte baja de su espalda, lo que entendió perfectamente Xavi que también experimentaba las transitorias consecuencias de aquella nota.
Animado con el experimento y sus acciones, que eran compartidas por ambos tripulantes, rasgó el cordino aledaño, emitiendo un claro Miiiiii que parecía ir directamente a los riñones, pues sintieron ganas de orinar. Ahiiiií, ahiiiií, decía la oriental señalando la parte baja de su espalda, lo que entendió perfectamente Xavi que también experimentaba las transitorias consecuencias de aquella nota.
El vuelo continuaba sin mayor problema, pero el piloto no podía substraerse a las cualidades melódicas del aparato, así que tañó el siguiente cordino, de donde partió un Faaaaa nítidísimo con especial reverberancia en los pulmones. Ahhhhh, ahhhhhh, se oía al exhalar el aire con fuerza la señorita Shu Yho, que cada vez se mostraba más entusiasmada con el vuelo.
Terminada la terapia respiratoria, el piloto tentó la siguiente cuerda de la que salió un sonoro Sollllllllllll que zumbaba en el estómago, predisponiendo al abandono a los sentidos. Chang, ya totalmente desinhibida, le confesó sus sentimientos al acompañante: amollllll, amolllllll, amolllll, susurraba girando la cabeza y entornando los ojos.
Encantado con los resultados de aquella megaarpa del cielo, Xavi, que no hacía ascos a lo que se avecinaba, pulsó el cordino próximo a la zona medial que, como se esperaba, emitió un agudo Laaaaaa cuyos armónicos se concentraban en las caderas, que estaban a punto de desintegrarse por la vibración. ¡Yahhhhhm, yahhhhhh!, no paraba de gemir nuestra amiga mientras el joven, extasiado, dejaba el parapente a su suerte.
Encantado con los resultados de aquella megaarpa del cielo, Xavi, que no hacía ascos a lo que se avecinaba, pulsó el cordino próximo a la zona medial que, como se esperaba, emitió un agudo Laaaaaa cuyos armónicos se concentraban en las caderas, que estaban a punto de desintegrarse por la vibración. ¡Yahhhhhm, yahhhhhh!, no paraba de gemir nuestra amiga mientras el joven, extasiado, dejaba el parapente a su suerte.
Sin resistirse más, tocó la última cuerda de las bandas A y un agudísimo Siiiiii, como cantado por Montserrat Caballé, inundó el espacio. Ambos pilotos, en el culmen de sus sensaciones, empezaron a gritar ¡¡Siiiiiii, Siiiiiiii!!, con las partes íntimas ya electrizadas por las ondas sonoras, justo en el momento de tomar tierra. En ese preciso instante, estallaron varias ventanillas de los coches aparcados en el aterrizaje, al sintonizar sus moléculas con los ciclos vibratorios.
- Es fantástico, Xavi, pero aquí en el bar no estaba sonando ninguna nota producida por el parapente cuando se rompió tu vaso.
- Ya, pero me ha quedado una grave secuela de la experiencia. Fíjate que cuando veo a una chica que me gusta -yo me pude imaginar quién, recordando a la preciosa colega española con la que compartíamos mesa- la "cosa" se me pone en vibración ultrasónica, la que solo oyen los perros, y eso basta para que se rompa cualquier objeto de cristal que yo toque en ese momento. ¡Estoy desesperado! ¿Que puedo hacer, amigo?
- ¡Duchas de agua fría, hermano, mucha agua fría!. Y por favor, por si acaso, a mi cerveza ni te acerques.
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