domingo, 19 de febrero de 2012

UN DÍA TORCIDO (O "ENTUISTADO")



Después del magnífico día de vuelo del sábado anterior y de una semana cargante en lo laboral, tenía ganas de desplegar alas. Mí día previsto era también este sábado. Cómo no sabía de nadie que saliera, me recorrí el camino de Camas donde hay una ladera que,  cuando  está de noroeste, recuerda a las de escuela. Hice algo de campa en el terronal pero estaba solo y no es bueno  buscarle las cosquillas al viento sin compaña que socorra en caso de tropiezo. Por la tarde me tiré cuatro horas de reloj pegando trocitos de tela adhesiva allí donde veían un porito. Mi vela tiene una capa como de silicona por dentro y en la unión de las costillas del borde de ataque dicha patina se agrieta. Grietacita que había, parchecito que ponía. Os sugiero que reviséis las vuestras sin tienen ya algún tiempo.

Mi padre dice que cuando las cosas no vienen rodadas, mejor dejarlas. Es una especie de superstición que en mi caso algunas veces se cumple y otras no, pues muchas cosas interesantes en mi vida se han llevado a cabo después de tres intentos fallidos (a la tercera...). Pero esta vez todo avisaba. Tenía que estar talando árboles con mi primo y mi hijo, cargó con la motosierra desde Jaén para tal tarea, en vez ir a la sierra (la cabra tira pa´l monte y el parapentísta pá la sierra, cada loco...). Avisé que estaría en el huerto por la tarde y tiré pál monte (digo pá la sierra) con los senior de Triana. En el despegue de norte de Algodonales no se ponía claro y retrocedimos a Montellano, donde se veía gente volando.

En el despegue, el viento estaba algo cruzado, mucha gente experta hacía intentos de salida fallidos y los sensatos esperaban a verlas venir. Algo me decían que no era el momento pero tenía ganas de planear y coger el coche, que había dejado debajo, y volver a Sevilla. La primera tanda de intentos fue cada vez peor, hasta terminar, despues de una voltereta,  enredando el cordaje en un acebuche. Un escuadrón de voluntarios, entre los que estaban los colegas sevillanos, lo desenredó y tras el sustillo, y pensando seriamente en que lo más sensato era volverme sin volar, volví a la carga.

Dos nuevos intentos, otra voltereta, una inflada con corbata, alguien que dice, sal tú primero que a mí me da risa, y Luisma que se ofrece a ayudarme. Nos preparamos y cuando levanté la vela, de pronto me vi girando al contrario, entuistado y volando hacia el lado y atrás, de cara al borde de salida. Solté frenos, postura fetal protegiéndome la cara con las manos y los compañones con las piernas, cimbronazo contra un arbusto y golpe fuerte y seco varios metros más allá, impactando con la frente -del casco- y con las parte delantera de las piernas. ¡Os juro que traté de hostiárme con dignidad, como manda la regla de nuestro club, y que si no salió mejor, no fue por falta de empeño!.

Resultado  La presión del paracaídas ventral -algo debió  protegerme- me hunde la barriga y me abre las costillas, que no se rompen esta vez, los guantes de esquí me salvan los nudillos, el caso la cabeza y las espinilleras, las patas traseras . Me levanto sin resuello pero solo me duele la pierna derecha, que no está rota, las costillas y la mano. Luego, algo el cuello. Es la segunda vez que tras una hostia, entre los que viene a socorrerme me veo la cara del Carlos preguntando como estoy y participando la operación. La otra vez fue en Matalascain. Una chica grabó un vídeo del incidente que espero colgar en la red en cuanto lo tenga, para escarmiento por cabeza ajena del personal. Ya debe resultar hasta aburrido para la colegaría, agradecer tantas atenciones. Y no me quedan palabras.

Pedí opiniones del incidente y creo que Andrés (el valiente) y Bea la instructora dieron con la clave. Debía de haber desistido después de tantos intentos, o al menos haber descansado un buen rato. Y la p... silla, según observó Bea, está mal regulada y me levanta enseguida, dejándome sin control en el giro. Jota también me indicó que, con viento fuerte es mejor levantar despacio y, si alguien te ayuda, hay que sincronizarse muy bien en el sentido del giro. Nada de esto es responsabilidad del bueno de Liusma, que hizo lo que pudo y lo pasó mal también.

Reflexiones:
- Hace falta pericia y buena forma. No hacer campa  últimamente y siete quilos de más han facilitado el incidente.
- Las protecciones son importantes ¡Benditas rodilleras-espinilleras que me han salvado rodillas y piernas y bendito casco integral, que me ha conservado la jeta!
- El factor suerte también. Si en vez de hocicar contra el suelo limpio me pego contra uno de los muchos pedruscos que hay por allí... hay algo de ruleta rusa en esto.
- Cuando el día no está para uno, mejor plegar y disfrutar del paisaje y del paisanaje. Aprender a decir. - Pues hoy me voy sin volar ¿Pasa algo?
- El equipo, bueno y bien regulado.

Decisiones: recuperarse de las contusiones y dedicarme por un tiempo a recobrar la forma física. Los días de vuelo, no volar de momento, hacer campa en los aterrizajes que es muy divertido, y seguir de cerca este ambientillo que ya forma parte de mi rutina. Quizás haga fotos  o vídeos -no se me da mal- y ayude en los remontes, además de la campa, claro. Cuando esté en buenas condiciones, ya se verá.

El episodio no me impide disfrutar, a la vuelta, del regalo que la naturaleza y las gentes de Cádiz hacen, sin que lo sepan ni los donantes ni los obsequiados, a todo el que transita por esas tierras. Es cómo la salud, que no se valora hasta que no se pierde. Hoy los trigales lucían un sublime verde esperanza que parecía decirle a la negra desazón que ahoga a nuestro pueblo -¡Aquí estoy yo, la esperanza, ninguna crisis inventada y provocada por los que nunca pierden me va a rendir! Eso parecían decir los trigales verdes, en su lecho ocre de tierra fértil. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario