Después del magnífico día de vuelo del sábado anterior y de una
semana cargante en lo laboral, tenía ganas de desplegar alas. Mí día previsto
era también este sábado. Cómo no sabía de nadie que saliera, me recorrí el
camino de Camas donde hay una ladera que, cuando está de
noroeste, recuerda a las de escuela. Hice algo de campa en el terronal
pero estaba solo y no es bueno buscarle las cosquillas al viento sin
compaña que socorra en caso de tropiezo. Por la tarde me tiré cuatro horas de
reloj pegando trocitos de tela adhesiva allí donde veían un porito. Mi vela
tiene una capa como de silicona por dentro y en la unión de las costillas del
borde de ataque dicha patina se agrieta. Grietacita que había, parchecito que
ponía. Os sugiero que reviséis las vuestras sin tienen ya algún tiempo.
Mi padre dice que cuando las cosas no vienen rodadas, mejor
dejarlas. Es una especie de superstición que en mi caso algunas veces se cumple
y otras no, pues muchas cosas interesantes en mi vida se han llevado a cabo
después de tres intentos fallidos (a la tercera...). Pero esta vez todo
avisaba. Tenía que estar talando árboles con mi primo y mi hijo, cargó con la
motosierra desde Jaén para tal tarea, en vez ir a la sierra (la cabra tira pa´l
monte y el parapentísta pá la sierra, cada loco...). Avisé que estaría en el
huerto por la tarde y tiré pál monte (digo pá la sierra) con los senior de
Triana. En el despegue de norte de Algodonales no se ponía claro y retrocedimos
a Montellano, donde se veía gente volando.
En el despegue, el viento estaba algo cruzado, mucha gente experta
hacía intentos de salida fallidos y los sensatos esperaban a verlas venir. Algo
me decían que no era el momento pero tenía ganas de planear y coger el coche,
que había dejado debajo, y volver a Sevilla. La primera tanda de intentos fue
cada vez peor, hasta terminar, despues de una voltereta, enredando el
cordaje en un acebuche. Un escuadrón de voluntarios, entre los que estaban los
colegas sevillanos, lo desenredó y tras el sustillo, y pensando seriamente en
que lo más sensato era volverme sin volar, volví a la carga.
Dos nuevos intentos, otra voltereta, una inflada con corbata,
alguien que dice, sal tú primero que a mí me da risa, y Luisma que se ofrece a
ayudarme. Nos preparamos y cuando levanté la vela, de pronto me vi girando al
contrario, entuistado y volando hacia el lado y atrás, de cara al borde de
salida. Solté frenos, postura fetal protegiéndome la cara con las manos y los
compañones con las piernas, cimbronazo contra un arbusto y golpe fuerte y seco
varios metros más allá, impactando con la frente -del casco- y con las parte
delantera de las piernas. ¡Os juro que traté de hostiárme con dignidad, como
manda la regla de nuestro club, y que si no salió mejor, no fue por falta de
empeño!.
Resultado La presión del paracaídas ventral -algo debió
protegerme- me hunde la barriga y me abre las costillas, que no se rompen
esta vez, los guantes de esquí me salvan los nudillos, el caso la cabeza y las
espinilleras, las patas traseras . Me levanto sin resuello pero solo me duele
la pierna derecha, que no está rota, las costillas y la mano. Luego, algo el
cuello. Es la segunda vez que tras una hostia, entre los que viene a socorrerme
me veo la cara del Carlos preguntando como estoy y participando la operación. La
otra vez fue en Matalascain. Una chica grabó un vídeo del incidente que espero
colgar en la red en cuanto lo tenga, para escarmiento por cabeza ajena del
personal. Ya debe resultar hasta aburrido para la colegaría, agradecer tantas
atenciones. Y no me quedan palabras.
Pedí opiniones del incidente y creo que Andrés (el valiente) y Bea
la instructora dieron con la clave. Debía de haber desistido después de tantos
intentos, o al menos haber descansado un buen rato. Y la p... silla, según
observó Bea, está mal regulada y me levanta enseguida, dejándome sin control en
el giro. Jota también me indicó que, con viento fuerte es mejor levantar
despacio y, si alguien te ayuda, hay que sincronizarse muy bien en el sentido
del giro. Nada de esto es responsabilidad del bueno de Liusma, que hizo lo que
pudo y lo pasó mal también.
Reflexiones:
- Hace falta pericia y buena forma. No hacer campa
últimamente y siete quilos de más han facilitado el incidente.
- Las protecciones son importantes ¡Benditas rodilleras-espinilleras
que me han salvado rodillas y piernas y bendito casco integral, que me ha
conservado la jeta!
- El factor suerte también. Si en vez de hocicar contra el suelo
limpio me pego contra uno de los muchos pedruscos que hay por allí... hay algo
de ruleta rusa en esto.
- Cuando el día no está para uno, mejor plegar y disfrutar del
paisaje y del paisanaje. Aprender a decir. - Pues hoy me voy sin volar ¿Pasa
algo?
- El equipo, bueno y bien regulado.
Decisiones: recuperarse de las contusiones y dedicarme por un tiempo
a recobrar la forma física. Los días de vuelo, no volar de momento, hacer campa
en los aterrizajes que es muy divertido, y seguir de cerca este ambientillo que
ya forma parte de mi rutina. Quizás haga fotos o vídeos -no se me da mal-
y ayude en los remontes, además de la campa, claro. Cuando esté en buenas
condiciones, ya se verá.
El episodio no me impide disfrutar, a la vuelta, del regalo que la
naturaleza y las gentes de Cádiz hacen, sin que lo sepan ni los donantes ni los
obsequiados, a todo el que transita por esas tierras. Es cómo la salud, que no
se valora hasta que no se pierde. Hoy los trigales lucían un sublime verde
esperanza que parecía decirle a la negra desazón que ahoga a nuestro pueblo
-¡Aquí estoy yo, la esperanza, ninguna crisis inventada y provocada por los que
nunca pierden me va a rendir! Eso parecían decir los trigales verdes, en su
lecho ocre de tierra fértil.
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