Este jueves volví a la carga en compañía de Gastón, empeñado en cogerle confianza a la Ellus 4. No empecé del todo bien, pues me obstiné en inflar de frente cuando el viento estaba cruzado y tuvo que corregirme un colega para salir. El vuelo no solo transcurrió sin problemas si no que por primera vez me he acercado a los 1500 cuando el techo era de 1850, que es lo que alcanzó Gastón. Mientras yo trataba de centrar térmicas, que ya me va saliendo, el susodicho revoloteaba por el escenario aéreo como niño inquieto, lo mismo estaba subiendo a lo máximo que bajando haciendo helicópteros o barrenas. Yo, a lo mío, me atreví un poco por el valle, coqueteé con la piedra y anduve arriba abajo varias veces. Unas nubes altas tapaban el sol por momentos, avisando de que el verano se termina. Desde el aire observé al tercer biplaza de la tarde, una niña de apenas 4 añítos que habría los ojos como platos viendo empequeñecerse el montículo donde habían quedado sus padres.
Tras una hora de vuelo, me fui para mi aterrizaje privado, donde me posé abusando del airbac, a 4 metros del espacio que tengo desbrozado para plegar, justo en el camino que atraviesa la zona de las ruinas que está más cerca del aterrizaje oficial. Desde este aterrizaje, unos cirros ajironados y enrojecidos daban calidez al cielo azul perfecto de la tarde, mientras un colega local explicaba con todo detalle un cross de los que entusiasman a alguien aburrido de volar.
En la cervecita posterior Edén Robledo me contó su alucinante historia.
Profanando el espacio tiempo
Profanando el espacio tiempo
Ya pasé de los cuarenta, pive, y mi mujer me va dos años atrás. Está que no para con que es hora de tener un bebé y yo, que se lo que es eso de antiguo, me resistí hasta ahora pero últimamente me resultaba difícil negarme. Cómo último subterfugio, agarré y le dije que la dejaría preñada con la condición de que el niño fuese concebido en el aire, pues la tierra es un lugar contaminado por la maldad humana. -Vos estás loco, boludo. Si querés un lugar puro, esterilizo el dormitorio ¿donde me quieres coger? - Lo tengo todo pensado, chavita. Voy a modificar la silla del pasajero del biplaza y haremos el amor allí arriba, volando, a la luz de la luna, bajo las estrellas.... - Se te salió un patito de la fila, pirado, la estás chingando. - Pues es lo único que me motiva, cielito, ya sabes que últimamente anduve un poco remolón.
La noche era perfecta, la luna estaba pletórica y una brisa moderada aseguraba el vuelo. Ella llevaba puesto como única prenda un vestido vaporoso que acomodó adecuadamente en la silla que yo había preparado para la ocasión. Despegamos en una rafagita y enseguida llegamos a una altura de seguridad. -Y ahora mi amor, tomá los mandos que mis manos son solo para vos. La fui dirigiendo en el pilotaje con la voz mientras recorría su terso cuerpo hasta donde alcanzaban mis brazos. - Gira un poquito a la derecha ¡Ah! Ahora a la izquierda ¡Ahh! Frena un poquito ¡Ahhhh! Un poquito más ¡Ahh, ahhh, ahhhh! - ¡Sííííííííí! Gritó ella tirando de los frenos a fondo hasta meter el ala en pérdida. - ¡Cuidado, no, soltá, soltá los frenos!, le grité yo, lo que hizo bruscamente provocando que cayeramos dentro de la vela haciendo el temido caramelo. Empezamos a descender violéntamente envueltos en el trapo, abrazados los dos y esperando un impacto mortal inminente.
Cuando ya deberíamos habernos estrellado comenzamos a notar a través de las telas un resplandor rojizo que se fue haciendo cada vez más intenso y a sentir más y más calor, pero seguíamos vivos. Pasado un tiempo indefinido, el resplador se fue atenuando y la temperatura nomalizándose, hasta sentir otra vez fresco. Entonces ocurrió cosa inexplicable. Una corriente de aire desenredó el parapente que empezó a volar de nuevo, como si nada hubiera ocurrido, pero ahora era de día y el paisaje, desconocido. A nuestra derecha, algo increíble. Una enorme cometa de seda y bambú, sujeta al suelo por una largisima cuerda, era pilotada, si eso era pilotar, por un individuo al que acompañaba una mujer, igual que nosotros. Vestían túnicas de flores y él se recogía el pelo en una trenza. El piloto, también sorprendido, nos hizo señales de que aterrizaramos y así lo hicimos, mientras él bajaba, jalando de la cuerda.
En tierra nos percatamos por sus vestidos y rasgos faciales de que eran chinos. Se acercaron haciendo reverencias y nos dijo algo que no entendimos, hablaría en mandarín. -¿Hablas español, por casualidad? le respondí yo -Pol casualidad no, polque he estudiado la lengua de Celvantes, amigo. Si tu hubielas estudiado la de Confucio, ahola estalíamos hablando en mi idioma. Soy Feng Zhao, científico al selvicio de su majestad impelial Kangxi, y ella, mis esposa, Xiang. Toma y mila, esta es la imagen del empeladol. Dijo dándome un grabado. Pelo, cuéntame, quienes sois y que os ha pasado. Y que estlaño apalato voladol es este. Le informé de quiénes eramos y le relaté todo lo que nos había ocurrido con detallel. Él me miró sorprendido. - Pol fin ha sucedido. Hemos plofanado el espacio-tiempo. Vosotlos vivís en el 2012 y nosotlos en el 4.397, que es le año 1700 según vuestlo calendalio. En el momento que habéis culminado vuestra unión sexual en pleno aile pulo a la luz de la luna se ha abielto un túnel espaciotempolal que ha unido la España del Siglo XXI con la China del XVIII, polque justamente mi esposa y yo estábamos haciendo lo mismo, solo que a plena luz del día. - ¿¿¡¡También estabais echando un polvo subidos a esa cometa!!?? - Tlatando de concebir a nuestlo hijo en un ambiente pulo, quelido. Y hemos debido llegal al culmen justo en el mismo instante que vosotlos. Pol eso se ha ploducido este fenómeno. Como han descubielto el bosón de Higgs, pasan estas cosas. -¿Y ahora, cómo volvemos a casa, a nuestro mundo, a nuestro tiempo? le dije a Feng, desesperado. -Solo se me ocule lepetid el ploceso. Nosotlos colabolalemos gustosos, ¿veldad quelida Xiang? A lo que ella asintió con una sonrisa picarona.
Así que ellos se elevaron en su cometa y nosotros, con nuestro biplaza, subimos a una loma bien orientada y tras ganar altura empezamos nuestro rito amoroso, mientras los chinitos hacían lo propio. Volvimos a meter el ala en pérdida, caímos dentro y, tras volver a pasar por el túnel y salir a la superficie de nuevo, se desenredaron las telas y empezamos a volar otra vez, bajo la luz de luna de Algodonales. En el aterrizaje pensé que todo había sido un sueño pero me sacó de dudas el retrato que tenia en mi bolsillo, desde donde un adusto señor oriental nos contemplaba con severidad.
Nunca se sabe, puede que sea verdad, cuando se trastocan las leyes esenciales de la física... al bosón de Higgs, mejor ni tocarlo.
Nunca se sabe, puede que sea verdad, cuando se trastocan las leyes esenciales de la física... al bosón de Higgs, mejor ni tocarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario